¿Cuántas veces nos hemos preguntado a lo largo de los años qué sentido tiene nuestra vida? Pasa el tiempo, y en la mayoría de los casos seguimos sin respuesta. Seguimos adelante con nuestras tareas diarias, somos capaces de disfrutar, tenemos momentos en que nos sentimos a gusto, pero continuamos con la sensación de que hay algo que nos falta, un rumbo, una orientación.
Nos llegan continuamente mensajes recordándonos la importancia de encontrar nuestra “pasión”, nuestro “elemento” (Ken Robinson) aquello que disfrutamos haciendo y que nos permite dar lo mejor de nosotros mismos cuando nos ponemos a hacerlo. Las personas que encuentran su pasión, y que se deciden a seguirla, son más felices y se sienten realizados. Pensamos que quienes lo logran, son personas más completas. Y tienen una dirección, justo la que a nosotros nos falta.
Quizás deberíamos cambiar el foco, y pasar de empeñarnos en encontrar nuestra “pasión”, y frustrarnos cuando no lo conseguimos, a comenzar a apasionarnos por las cosas que estamos haciendo y por los retos que la vida nos presenta. A cultivar una actitud enérgica ante las cosas, más comprometida, y «poniendo» pasión en lo que tenemos que llevar a cabo.
Viktor Frankl, en su magnífico libro “el hombre en busca de sentido”, señala que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espera algo de nosotros. Frankl cree que debemos dejar de interrogarnos sobre el sentido de la existencia, y pensar en lo que la existencia nos reclama continua e incesantemente. La vida nos pregunta, nos interroga, y nosotros contestamos de una única manera: respondiendo de nuestra vida, y con nuestra propia vida. Respondemos con lo que somos.
Creo que Frankl tiene razón, y en el fondo, más que una existencia tranquila, necesitamos desafíos en los que desplegar nuestras capacidades y luchar. Aunque también necesitemos de la tranquilidad en momentos en que hay que reponer energías y recuperar el equilibrio. Pero responder a los desafíos que se nos presentan de la mejor manera que podamos y tratar de apasionarnos por las cosas, desplegarnos a través de la acción, es una forma estupenda de mostrarnos al mundo y de progresar personalmente. Quizás de esta forma, respondiendo ante los retos y las llamadas de nuestro entorno, encontremos ese rumbo que en ocasiones sentimos que nos falta.
Puede que el Talento tenga que ver precisamente con la capacidad de encontrar sentido en la tarea diaria, de apasionarnos por las cosas, por temas diferentes. Y con tratar de dar lo mejor de nosotros mismos en lo que nos vemos obligados a hacer. Cultivar nuestro carácter en las demandas diarias.
“La cuestión primera no es de ningún modo saber si estamos satisfechos con nosotros, sino si en general estamos satisfechos con algo. Suponiendo que digamos que sí a un único instante, con ello hemos dicho sí no sólo a nosotros mismos sino a toda existencia. Pues nada se basta a sí mismo, ni en nosotros ni en las cosas: y si nuestra alma sólo ha vibrado y resonado de felicidad como una cuerda una única vez, toda la eternidad ha sido necesaria para ocasionar ese acontecimiento uno-y en ese instante único de nuestro decir sí toda la eternidad estaba aprobada, redimida, justificada y afirmada” (Nietzsche, F “Fragmentos póstumos (final de 1886-primavera de 1887)”, 7 (38), Madrid, Tecnos, 2008.Vol VI, pg 218.