La persona con talento dual saca el mejor partido posible de las dos grandes redes de nuestra inteligencia. La red generadora trabaja a nivel inconsciente, y su centro es la memoria personal, fuente de nuestras ocurrencias. Está continuamente captando información, comparándola con la que tiene dentro y relacionándola, generando nuevas posibilidades;  y funciona por analogías y mediante esquemas. La red ejecutiva trabaja a nivel consciente, y descansa en los lóbulos frontales de nuestro cerebro. Funciona eligiendo metas, y ayudando a generar hábitos eficaces para potenciar la red generadora de ocurrencias, que nos permite alcanzarlas. Lo constituyen las funciones ejecutivas, que tradicionalmente se aglutinaban bajo el concepto «voluntad». Antonio Damasio compara esta red ejecutiva con el Director de orquesta de nuestro cerebro (1) José Antonio Marina, que la ha estudiado en numerosos libros, señala que del juego entre ambas inteligencias (generadora y ejecutiva) aparecen los momentos “eureka” (2) Daniel Kahneman los denomina “sistema 1” y “sistema 2” (3).

Para poder potenciar nuestra red generadora, es importante que reivindiquemos una memoria creadora, posibilitadora, rica en contenidos. Lo de menos es la información que haya hecho posible construirlos, se trata de que veamos los contenidos como herramientas para trabajar nuestra memoria personal. La memoria se apoya en ellos.

En el prólogo del libro “Tu futuro” de la premio Nobel Rita Levi Montalcini, Gregorio Luri hace una reflexión que me parece especialmente interesante (4). Comienza recordando un párrafo sorprendente del Evangelio de San Mateo, que muchos leen con perplejidad, cuando se les priva del contexto en que fue pronunciada: “Al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aún lo que no tiene” (Mateo 13,12). Como señala Luri, así leída parece un atentado contra la equidad. Él la ha entendido gracias a internet. “En la red se ha hecho transparente que quien tiene conocimientos, criterio y capacidad atencional, obtiene grandes rendimientos de su esfuerzo, mientras que quien carece de esto, aún la poca atención que tenga, internet se la acabará consumiendo, fomentando así su dispersión intelectual”. Se habla mucho de motivar a las personas, de conectar con sus intereses personales. Pero Gregorio Luri nos empuja verlo de otra manera: ¿no será el conocimiento el gran motor del interés? “El conocimiento posee una propiedad singular: sólo resulta relevante y motivador para quien ya lo tiene” (5)

La persona que se preocupa por formarse, por alimentar su memoria personal, multiplica el potencial de ésta y abre múltiples posibilidades para enriquecer su experiencia y para desarrollar su capacidad de aprendizaje. El que conoce cosas, busca conocer aún más. El conocimiento se multiplica. La frase del evangelio de San Mateo, pronunciada para que los discípulos entendieran por qué Jesús predicaba empleando parábolas, nos invita a tener una actitud proactiva, a nutrir nuestra memoria personal, nuestra biografía, nuestros mapas mentales, los modelos que construimos para entender el mundo que nos rodea. Vivimos rodeados de información, pero el conocimiento es el que da sentido a esta información, porque la integra en la red de nuestra memoria personal. Y esta red nos abre caminos de todo tipo.

Cuando todo a nuestro alrededor nos invita a multiplicar nuestras experiencias, a sentir y a comunicar lo sentido a los demás, a compartir sensaciones, deberíamos reivindicar el diálogo interior, el trabajo personal de alimentar nuestra memoria, enriquecerla con contenidos, construir conocimiento valioso para nuestras propias vidas y para los demás. Conocimientos que nos permitan pensar de manera crítica, creativa, innovadora. En vez de acumular experiencias sobre las que no se reflexiona y que no nos aportan gran cosa una vez terminadas, sería deseable que potenciáramos el conocimiento y la memoria creadora. Vemos el mundo desde nuestra memoria, sentimos desde nuestra memoria, nos manejamos en nuestro entorno desde nuestra memoria. Por eso debemos enriquecerla con el material adecuado, con conocimientos valiosos surgidos de nuestra experiencia personal y de la experiencia y reflexiones de otros.

Los entornos en los que nos movemos son fluidos y cambiantes, se mueven a una enorme velocidad y nos nutren de experiencias, de tendencias, de novedades. Frente a este dinamismo que en ocasiones nos produce vértigo, en nuestro interior encontramos lo inteligible y lo permanente. Nuestra memoria personal, que se va construyendo y multiplicando a medida que la cuidamos, en realidad nos sirve de ancla, porque constituye el núcleo del ser. Lo cierto es que no tenemos que escoger entre dos filósofos, entre Heráclito (todo fluye) y Parménides (nada cambia). La clave se encuentra en el juego entre los dos. Entre el no-ser dinámico que descansa en el movimiento y el ser estable que nos enraíza.

Os recomiendo enriquecer vuestra memoria personal con dos libros: “Objetivo generar talento”, de José Antonio Marina (6), y “Matar a Sócrates?”, de Gregorio Luri, con estupendas reflexiones como las que os he señalado (7). Y seguirle la pista a la maravillosa Rita-Levi Montalcini, que murió trabajando hasta casi el final en su laboratorio, con 103 años, y a la que preguntaron meses antes de su fallecimiento lo que haría ella si tuviese veinte años. “Pues lo mismo que estoy haciendo ahora”, fue su respuesta.

NOTAS

(1)-José Antonio Marina ha tratado los dos niveles de la inteligencia, entre otros, en sus libros “Objetivo generar talento”, “La inteligencia ejecutiva” y “La inteligencia que aprende”
(2)-Damasio, Antonio “Y el cerebro creó al hombre”. Destino, Barcelona, 2010.
(3)-Kahneman, Daniel “Pensar rápido, pensar despacio”. Debate, Madrid, 2015
(4)-Luri, Gregorio. Prólogo al libro de Rita Levi-Montalcini “Tu futuro. Consejos de una Premio Nobel a los jóvenes”. Plataforma Editorial, Barcelona, 2017
(5)-Luri, G. opus cit.
(6)-Marina, J.A. “Objetivo Generar Talento. Cómo poner en acción la inteligencia” Conecta, Barcelona, 2016
(7)-Luri, Gregorio. “¿Matar a Sócrates? El filósofo que desafía a la ciudad”. Ariel, Barcelona, 2015

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