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María de Maeztu, una de nuestras grandes pedagogas, Directora de la Residencia de Señoritas (el equivalente a la Residencia de Estudiantes, creada en 1915), señalaba en un libro publicado en 1938 lo que eran, a su juicio, los caracteres de su época (1). Enumeró dieciséis:

-Lo que más caracteriza a una época y a una raza es el ritmo de su vida. El ritmo de nuestra edad es apresurado. Se distingue por la prisa.

-Mandan las generaciones jóvenes.

-Predominio de la vida sobre la cultura.

-Predominio de la máquina sobre el Espíritu.

-Predominio de lo masculino sobre lo femenino.

-Perfección de la Técnica e imperfección de la vida.

Inestabilidad económica. Fracaso de las normas y principios económicos que desde el Renacimiento rigen al mundo.

Inestabilidad de las Instituciones que se creían permanentes.

-Fracaso de los valores meramente intelectuales, de las fórmulas abstractas, vacías.

Rebelión de las masas. Inversión de las jerarquías y, por lo mismo, anhelo de que desaparezcan.

Actitud anti-quijotesca ante el mundo.

-Angustia del Hombre.

-Intensificación, en una minoría selecta, de una conciencia religiosa.

Nueva sensibilidad en la mujer que le produce el anhelo de crear nuevas formas de cultura, propias y peculiares.

-Un mayor interés por los estudios filosóficos.

Descontento que produce en el Hombre el mundo actual y anuncio de un mundo nuevo.

Parece que las cosas no han cambiado mucho desde 1938…Muchos de los caracteres que señala son perfectamente aplicables a nuestra época.

Los problemas que se nos plantean actualmente no son muy distintos de los que se le planteaban a la generación de María. Posiblemente estos problemas son recurrentes porque no importa tanto la solución, como vivir las respuestas a esas cuestiones una y otra vez. Lo importante es el viaje que emprendemos para solucionarlos. Porque esos problemas dicen mucho de nosotros mismos. Los problemas y las preguntas que se plantean se refieren a una parte importante de nosotros, de ahí que cada uno deba vivir a su manera la respuesta.

María insiste en la velocidad del mundo en el que ella se mueve. “La civilización moderna se encuentra en una postura difícil porque no está hecha a nuestra medida. Ha sido elaborada sin tener en cuenta nuestra verdadera naturaleza. Aunque ha sido hecha con nuestro esfuerzo, no se ajusta a nuestro tamaño ni a nuestra forma. El hombre se deja arrastrar por la velocidad, que es muchas veces un dinamismo infecundo y que no puede ni quiere permanecer en nada porque nada le satisface. El único anhelo de permanencia que tiene es el de la permanencia de su juventud. Eso que se llama la crisis del mundo es más bien la crisis del hombre”. María consideraba que la crisis que vivía su tiempo era en el fondo una crisis de la humanidad como tal. Una crisis con origen en nuestro interior.

La respuesta a esa velocidad vertiginosa a la que parece moverse nuestro entorno, a la vorágine de la tecnología que cambia las reglas del juego continuamente y nos obliga a actuar (muchas veces de forma reactiva más que creativa)  será siempre un trabajo interior, de desarrollo personal y de diálogo con nosotros mismos. No podemos sustraernos de los cambios que suceden a nuestro alrededor, no podemos desentendernos de ellos ni evitar el movimiento. La vida cambia, y debemos adaptarnos a esos cambios. María de Maeztu creía en el poder de la educación para transformar el mundo y para poder enfrentar ese dinamismo. Una educación centrada en la cabeza, corazón y mano (como recomendaba otro gran pedagogo, Pestalozzi). En el dominio del conocimiento, el dominio de la emoción y el dominio de la acción, que constituyen el núcleo de lo que denominamos talento dual.

María confiaba en el poder de los entornos valiosos, aquellos que nos permiten sacar lo mejor de nosotros, que nos educan de la mejor manera posible. Ella fue la primera Presidenta del Lyceum Club Femenino de Madrid, que se desarrolló entre los años 1926 a 1936. José Antonio Marina y yo lo investigamos como un ejemplo de inteligencia colectiva valiosísimo, y de esa investigación surgió el libro “La conspiración de las lectoras” (2). La educación, la lectura, y el Derecho como instrumento de mejora social  eran algunos de los pilares fundamentales del Lyceum.

Una de las enseñanzas que saqué de esa investigación fue la del valor que tienen los entornos basados en el diálogo, el respeto, el intercambio de ideas, y la colaboración. El valor de los entornos animosos y constructivos. Esos entornos son los grandes generadores de proyectos valiosos.  Por eso me interesan tanto las organizaciones que cuidan su cultura, que es su red generadora. La cultura es la memoria de las organizaciones. La gran posibilitadora. Si las personas con talento dual cuidan su red generadora (su memoria personal), y su red ejecutiva (que funciona a través de la elección de metas y la generación de hábitos eficaces para poder alcanzarlas), las organizaciones deben también cuidar de esas dos redes, que descansan en su cultura y en su liderazgo, respectivamente. Las organizaciones con talento dual reconocen la importancia de ambas redes para alcanzar sus objetivos y para aprovechar el potencial de todos los que forman parte de ella.

NOTAS

(1)-De Maeztu, María “El problema de la ética. La enseñanza de la moral”. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Didáctica, Buenos Aires, 1938

(2)- Marina, J.A y Rodríguez de Castro, M.T “La conspiración de las lectoras”. Anagrama, Barcelona, 2009

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